Ya han trascurrido 37 años desde que el mítico guerrillero murió -el 9 de octubre de 1967- en las selvas de Bolivia. Sin embargo su historia, que lo convirtió en un símbolo de la lucha socialista, sigue provocando polémica e inspirando a escritores y cineastas que encuentran en el Che una figura emblemática de una época clave de la historia latinoamericana.
Según la versión canónica, la muerte de Ernesto Guevara de La Serna fue obra del “imperialismo americano”, en particular, de la CIA. No obstante, existe un protagonista fundamental de primer orden, soslayado en las múltiples obras consagradas al guerrillero, que era el país y las circunstancias históricas en donde fue a desarrollar su proyecto revolucionario. La mayoría de los especialistas comparten la misma visión que llevó a Fidel Castro y Ernesto Guevara a seleccionar a Bolivia como polo estratégico de su proyecto militar.
Bolivia no era más que un espacio que gozaba de la situación geográfica requerida para el proyecto, pero con una especificidad histórica y política inadecuada para adelantar esa empresa. Pero los estudiosos de la zaga del Che no le han dado la menor importancia a estos dos puntos fundamentales para cualquier análisis.
Tras el fracaso de la guerrilla para convertir a Venezuela en cabeza de puente del proyecto revolucionario continental promovido por La Habana -papel que hoy recobra de nuevo Venezuela- escogió a Bolivia por razones operativas, aunque todavía divergen las versiones acerca de quién tomó la decisión: Fidel Castro o el propio Guevara. Su centralidad continental, las cinco fronteras que la circundan, su cercanía con Argentina, la ausencia de intentos guerrilleros la mantenían fuera de las prioridades de los servicios de inteligencia, pero constituía para el aparato cubano un emplazamiento óptimo para irradiar la guerra revolucionaria hacia los países limítrofes.
Cuando Ernesto Guevara ingresó a Bolivia creyendo contar con un centro operativo ideal, resultó que se encontró no sólo con un país desconocido, sino con uno de los más complejos del continente. Su geografía, aún inexplorada en su totalidad, es un reto en sí, y puede ser mortal para una guerrilla extranjera.
La historia, una de las más densas y complejas del continente, es una referencia permanente en la vida política; y para mayor dificultad, cuenta con un heterogéneo entramado social y lingüístico.
Pero no era la primera vez que Ernesto Guevara demostraba esa ceguera hacia Bolivia. Tampoco se percató de su especificidad cuando la visitó en 1953, en su segundo recorrido turístico por América Latina. Esa nación vivía entonces un momento crucial de su historia.
El país se encontraba en plena efervescencia, enfrentado a una de las revoluciones más radicales del continente.
Sin embargo, Ernesto Guevara, más allá de lo anecdótico, no se sintió interpelado por lo que allí sucedía: prefirió proseguir viaje a Perú donde le atraía la mayor riqueza arqueológica.
Los preliminares
En verdad su descenso al sepulcro comenzó cuando Fidel Castro hizo pública, en octubre de 1965, la carta de despedida en la que Guevara renunciaba a sus cargos y a su nacionalidad cubana para “prestar sus modestos esfuerzos a otros pueblos del mundo”, mientras todavía se encontraba en el Congo. Es necesario apuntar que esa carta de renuncia dirigida al “Comandante en Jefe” se le exigía a todos los cubanos que partían en “misiones internacionalistas”, para que en caso de “accidente” (muerte o prisión) Cuba se viera exenta de represalias legales por parte de otros países.
Al hacerla pública, Fidel condenaba a Guevara a una total clandestinidad: ya era el preludio de su muerte. No necesitaba apresarlo y condenarlo como a Huber Mattos ni mandarlo a fusilar como al general Ochoa. De aparecer en público, el Che Guevara perdería toda legitimidad y su aura heroica. Así fue cómo, tras su derrota en el Congo, al verse obligado a abandonar África, no le quedó otra alternativa que refugiarse clandestinamente en Praga, desde donde pensaba dirigirse a América del Sur.
Castro lo convenció de regresar clandestinamente a La Habana, para que desde allí organizara su expedición a América del Sur. El gobernante cubano, que no deja al azar ningún detalle, sabía que el prestigio de la revolución cubana, y el suyo propio, estaba en juego y se verían seriamente afectados si el Che llegaba a caer prisionero como cualquier hijo de vecino, en un aeropuerto u hotel del continente.
Era necesario que el escenario fuera perfecto y para montar escenarios, el caudillo cubano exhibe dotes excepcionales.
El segundo acto de la trama comenzó cuando negociaron Fidel Castro y Mario Monje, secretario general del Partido Comunista boliviano que, como todos los partidos comunistas del continente, exceptuando el de Venezuela por un cierto lapso, no compartían la línea cubana de lucha armada. Castro le solicitó ayuda, para “un amigo” que iba a ingresar clandestinamente a Argentina, pero para ello debía pernoctar en territorio boliviano.
Evidentemente se trataba de un engaño. Monje ya había rendido servicios similares a La Habana cuando prestó su colaboración al grupo de guerrilleros peruanos que ingresaron a Perú desde Bolivia, como también al grupo comandado por el argentino Ricardo Masetti para formar la guerrilla de Salta, Argentina (1963-1964.) Para Monje esto significaba garantizar que Bolivia se quedara fuera de los planes foquistas-continentales de Castro.
Crónica de una muerte anunciada
Cada día existen más evidencias de que los servicios de inteligencia habían sido alertados acerca de la presencia en el continente de Ernesto Guevara. El Che fue a La Paz el 3 de noviembre de 1966. Un cable cifrado del 24 de noviembre emanado de la Comandancia de las Fuerzas Armadas bolivianas, notificaba a las embajadas bolivianas limítrofes, del ingreso del argentino a territorio boliviano.
El general Federico Arana Serrudo, entonces agregado militar de Bolivia en Bonn, confiesa en sus memorias, que el 8 de diciembre de 1966, en el curso de una recepción un personaje desconocido le reveló que Bolivia iba a ser la plataforma para el lanzamiento de un foco revolucionario en el continente y que un personaje de estatura internacional iba a dirigirlo.
Serrudo informó a su gobierno, fue convocado a La Paz y luego asumió el cargo de jefe de Inteligencia del Ejército (G2).
En una conferencia de prensa realizada dos semanas antes de la captura del Che, el general Alfredo Ovando, Comandante en jefe del Ejército reveló pormenores del proyecto guerrillero y confirmó que tuvo noticias desde el 24 de noviembre de 1966 de la presencia de Guevara en el país.
Los servicios de inteligencia contaban con suficientes indicios como para orientar sus pesquisas. Desde la propia Cuba, las señales se hacían cada vez más patentes. Un ejemplo fue el discurso del 1° de enero de 1967, en la celebración del 8vo aniversario de la revolución cubana.
Fidel Castro anunció que el “comandante Ernesto Guevara, cual Ave Fénix, aparecerá naciendo de sus propias cenizas. Algún día, muy pronto, tendremos noticias muy concretas sobre el Che”.
El 16 de abril se leyó en la conferencia de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África y de América Latina el famoso “Mensaje del Che” en el que pregona la creación de “dos, tres, más Vietnam”. Guevara, lúcidamente, escribió en su diario: “Es la confirmación de mi presencia aquí ante la CIA”.
El 29 de enero de 1967, fue allanada por la policía la Casa de Calamina, el primer campamento o vestíbulo del foco guerrillero, tras una denuncia de un campesino que los tomó por fabricantes de cocaína.
Las idas y venidas de hombres “grandes y barbudos y con acento extranjero” alertaron a los campesinos, además de ir armados y llevar mucho dinero consigo. Compraban productos a precio alto sin chistar.
Un cable de AFP reportó que en un artículo publicado en Clarín, y enviado desde La Habana, el senador comunista Baltasar Castro narra una conversación que sostuvo con Castro en un estadio, durante un partido de beisbol. “En noviembre, habrá noticias sobre el Che” dijo, dejando claramente entrever que estas novedades afectarán a Argentina, porque “ellos tienen un líder en potencia”. El gobierno argentino acogió sin sorpresas estas declaraciones, pues “estaban informados de indicios sobre la presencia del Che en la frontera argentino-brasileña a principios del mes de enero”.
El 3 de marzo, Antonio Arguedas, ministro del Interior de Bolivia, anuncia que pronto, presentará pruebas de que en el país se están organizando guerrillas con instrucción y dineros del extranjero.
El 9 de marzo investigan en Brasil la posible presencia del Che. Brasil y Argentina realizaron consultas al respecto.
El 13 de marzo se anunció que estaba en funcionamiento el primer pozo perforado en Monteagudo, localidad que se encuentra en las cercanías del campamento, zona del enclave petrolero boliviano. De hecho, los primeros en detectar a los guerrilleros fueron miembros del personal de la compañía de petróleos de Bolivia, quienes dieron la voz de alerta. El 11 de marzo, el grupo es observado por un reconocimiento aéreo del Ejército y dos días después dos desertores bolivianos de la guerrilla caen en manos del Ejército y delatan todo cuanto sabían, incluso la presencia de Ernesto Guevara.
De allí que el general David Lafuente, comandante del Ejército, denunciara el 29 de marzo la presencia de extranjeros que se hacían pasar por estudiantes en geología y como tales ingresaban en la zona petrolera, en su mayoría cubanos, entre los cuales hay un francés y un chino.
El 12 de septiembre el presidente Barrientos ofreció 50.000 pesos a quien entregara a Guevara vivo o muerto. Se puso en marcha una campaña para su captura. Aviones militares lanzaron miles de volantes para informar sobre el ofrecimiento del gobierno. Los indicios señalan su presencia en el sureste.
Nuevos datos habrían permitido localizar en forma más o menos exacta el lugar en donde se halla actualmente la columna. Los campesinos del lugar que desde el comienzo delataron a la guerrilla, ahora se sienten más motivados.
El 2 de octubre el diario Jornada (muy cercano al Ministro del Interior, Antonio Arguedas) titula:
“Jefes militares aseguran que la captura del Che es inminente. Podría caer preso o muerto en las últimas horas”.
La zona y el campesinado
En el momento del estallido de la guerrilla, debido al populismo ejercido por el general Barrientos, nacido en una región eminentemente campesina, además de hablar el quechua, regía el Pacto militar-campesino, en virtud del cual el campesinado actuaba en concordancia con el Ejército. En razón de las varias ocupaciones y guerras que han enfrentado a Bolivia con sus vecinos, en todas las zonas cercanas a las fronteras, o en las zonas neurálgicas, está presente una división del Ejército, por lo que la relación con el campesinado es muy estrecha, amén del hecho de que el grueso del contingente está integrado por indígenas.
En aquel entonces, los campesinos mayores en donde decidió operar el foco guerrillero, eran ex combatientes de la Guerra del Chaco -que opuso a Bolivia y el Paraguay- y, muchos de ellos ostentaban la dignidad de Beneméritos de la Patria. Muy respetados por la población, para quienes los militares no eran enemigos sino “su” Ejército. En cuanto a las reivindicaciones que proponía la guerrilla, no podían seducirlos puesto que allí no se planteaban problemas de tierras ni de latifundio ni de servidumbre como en otras zonas del país.
Los campesinos allí eran propietarios de sus tierras desde hacía varias generaciones. Pero el hecho que contribuyó a poner a toda la población de la zona en contra de la guerrilla fue el haber dado muerte, en el primer enfrentamiento, a dos campesinos de la zona que le sirvieron de guía al Ejército, pues ambos poseían lazos de familia muy extensos con varios pobladores de la región, lo que contribuyó al mayor aislamiento de la guerrilla, pues ni un solo campesino se unió a ella. Por el contrario, hasta el final, la guerrilla fue denunciada sistemáticamente ante los uniformados.
En el plano nacional, el campesinado se movilizó, pero en contra de la guerrilla. La Confederación nacional de campesinos y la Federación departamental de campesinos de La Paz, emitieron comunicados en el que anunciaban el estado de emergencia en sus filas y ofrecían su apoyo incondicional al gobierno.
El 1° de abril 320 campesinos, distribuidos en 8 camiones, partieron rumbo a Camiri, para luego trasladarse a la zona de operaciones de la guerrilla. Existía un total de 1.300 milicianos perfectamente armados. De Cochabamba salieron 600 campesinos también a combatir a los subversivos.
Pero el hecho más grave que contribuyó a mostrar a la guerrilla como un elemento negativo e indeseable, fue haber provocado la interrupción de las obras de la importante carretera Vallegran de Lagunillas que iba a atravesar el emporio ganadero de Masicurí, y que precisamente la construía un batallón de ingenieros del Ejército.
La importancia de la obra rebasaba el plano propiamente regional para alcanzar una magnitud nacional e internacional.
En efecto al conectar su punta terminal del sur con el ferrocarril Yacuiba-Santa Cruz y la del Norte con la carretera de Cochabamba Santa Cruz, en el estratégico punto de Mataral, el camino abre dos inmensas perspectivas para el intercambio nacional con el Norte de Argentina por una vía más directa, evitando la vuelta inmensa por Santa Cruz. Igualmente aproxima a las fértiles tierras del Abapó. “Los campesinos están actuando con el Ejército contra los guerrilleros, porque estos retrasan las obras de construcción de sus caminos”, reza un titular de prensa de la época.
El Che Guevara se convirtió en mito nacional después de su muerte, porque como todo extranjero en Bolivia se le mira con recelo, y cuando entra invadiendo y armado, es un enemigo.
Otra hubiese sido la historia si Ernesto Guevara se hubiese apoyado en los sindicatos mineros, y en la todavía poderosa Central Obrera boliviana, pero el Guerrillero Heroico consideraba a los sindicatos como poco revolucionarios que luchaban por reivindicaciones pequeño burguesas.
Se veía como el redentor de los campesinos pobres, en situación de inferioridad, a quienes se debe socorrer, así como lo requiere la relación que alimenta el populismocaudillismo latinoamericano, figura que no parece dispuesta aún hoy a desaparecer en nuestro continente.
“Cuando Ernesto Guevara ingresó a Bolivia creyendo contar con un centro operativo ideal, resultó que se encontró no sólo con un país desconocido, sino con uno de los más complejos del continente”
“Su descenso al sepulcro comenzó cuando Fidel Castro hizo pública, en octubre de 1965, la carta de despedida en la que Guevara renunciaba a sus cargos y a su nacionalidad cubana”